Prestadme atención, no tengáis temor, deseo esta oportunidad.
Os voy a narrar, de tiempo atrás, un cuento de La Oscuridad.
Eran otros tiempos, oscuros e inciertos, manchados de perversidad.
Los miedos que acechan al hombre ocultaban su nombre y su identidad.
Cuando caía la noche no había reproche por buscar cobijo
en el abrazo en que una belleza esclaviza siempre el corazón.
Han pasado ya tantos años que fui con engaños presa del placer.
No existe algo más peligroso que el sublime gozo de una mujer.

Escúchame, este relato
es fiel a la verdad de mi padecer.
Recordar, es como si fuera
tan solo ayer, al anochecer.

Rizados cabellos, tan largos y negros, cual velo de seda mortal.
Dos piedras preciosas, los ojos de diosa, que miran con sensualidad.
Su aroma y cadencia, su extraña presencia es casi sobrenatural.
Sus labios me invitan, mi sangre palpita al ritmo de su caminar.
Con su mirar me seduce y su voz me conduce por tristes lamentos.
Ahora me encuentro perdido, estoy sumergido en su ardiente pasión.
Sus besos y suaves caricias, con dulce malicia, me causan sopor.
Me nublan la mente, me siento impotente y caigo en desesperación.

¡No! ¡Dolor!
Sus besos me arden, me abren la carne,
me roban la vida con una mordida fatal,
es tan irreal.

¡No! ¡Terror!
Sus fauces se aferran, desgarran mis venas,
devoran mi sangre saciando su hambre infernal,
es una inmortal.

Abro los ojos, estoy mareado, veo borroso y sigo aterrado.
¿Es que el destino ha echado mi suerte, aquí tendido, herido de muerte?
Pasa mi vida ante mis ojos, cada recuerdo viste de rojo.
Y de repente en mi sorpresa, oigo susurros en mi cabeza.

“Has de elegir morir inocente, o puedes ser joven eternamente,
libre del tiempo y enfermedades, y caminar por muchas edades,
con los poderes de las tinieblas, la única luz será de las velas,
solo la sangre de los mortales, será la cura a todos los males.”

Corta su piel, que ofrece a mi boca.
“Bebe mi sangre, magia que brota.”
Es un elixir, agua de vida.
“La panacea, fruta prohibida.”
Oigo sonidos como campanas.
“Viejas visiones de eras paganas.”
Todo me duele, falta el aliento.
“Pequeña muerte, dulce tormento.”
Este dolor me está retorciendo.
“Solo es tu cuerpo que está muriendo.”
Siento que el mundo está cambiando.
“Tu corazón está agonizando.”
Quedo inmóvil, como pasmado,
“Bello cadáver petrificado.”
Al fin mi boca emite un suspiro.
“Se terminó, ya eres vampiro.”

La luna me hechiza y su luz me bautiza como un nuevo engendro del mal.
La sangre más pura, la dádiva oscura, legado de la antigüedad.
Me han heredado mil seiscientos años de sabiduría ancestral.
Gran fuerza y destreza, temible belleza por toda la eternidad.
Soy más veloz que la vista, no hay quien se resista a mis encantamientos.
Leo la mente, domino a la gente, hipnotizo con solo mirar.
Oídos de lobo se enteran de todo al otro lado de la ciudad.
La sangre me llama, el cuerpo reclama y debo salir a cazar.

Adiós al sol.
La noche es mi hermana, sagrada y profana.
Las sombras me cubren menguando la lúgubre luz,
el día es mi cruz.

La Oscuridad
no aplaca la pena, es una condena,
es como el encierro el triste destierro total
de la humanidad.

El tiempo pasó, la herida sanó, no he vuelto a sentir soledad.
Con muchas penurias son ocho centurias las que yo he visto pasar.
El mundo ha cambiado, quedó en el pasado la vida de un simple mortal.
Los años me han dado poder en tal grado que nada me puede matar.
He conocido la tierra y lo que más me aterra es el propio exilio.
Busco compartir mi pena con todo el que quiera escuchar mi canción…

Si quieres saber de aquella mujer que hizo de mi un inmortal.
Es mi compañera que impaciente espera para poderte asesinar.